lunes, 22 de noviembre de 2010

Revolver un revólver




Franklin Morales


El poder de la palabra escrita que los mayas pregonaban y defendían  con tanto rigor desde los tiempos de Cristo, nunca como hoy ha tenido tanta vigencia. La humanidad cabalga este joven tercer milenio bajo el imperio de las palabras; y no es cierto que las imágenes estén desplazándolas ni que puedan extinguirlas. Al contrario, están potenciándolas, porque nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la vida actual.
Las palabras no nos abandonan ni a sol ni sombra, en la internet y sus redes sociales que cada vez crecen más, en diarios y revistas,  en los libros; son habladas y cantadas por la radio, en la televisión, el cine, en el teléfono; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor.
Por tanto, es vital que protejamos las palabras, que resguardemos el orden correcto de cada una de sus letras. Basta ya de palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por los internautas del Twitter, Facebook o pseudos dramaturgos de los teléfonos celulares.
Para que el gran derrotado sea el silencio, debemos evitar  que el idioma se disperse suelto de madrina, que se mezclan y confunda nuestro verbo en nombre del mal llamado lenguaje global.
Hoy aplaudimos a  Mariana Isabel Morales Francisco, una jovencita de 15 años que sale en rescate de la escritura precisa. A través de un blog que se llama “Así se escribe” se atreve a llamar la atención como botellas arrojadas al mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías  correría peligro la lengua española y su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión.
No  simplifiquemos la gramática porque sería la gramática la que terminaría por simplificarnos a nosotros. Responsabilicemos nuestra ortografía o de lo contrario en tiempos de tanta violencia acabaríamos, para colmo de males, por confundir revolver con revólver. 

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